26 julio 2010

Belleza insultante


 Francisco Umbral , hace años, en un articulo,  criticaba el comportamiento inadecuado que, en su opinión, no me acuerdo en que programa de televisión y de modo injustificado y vergonzoso se había tenido con Sofía Mazagatos 

"Belleza casi insultante" fue el modo en que él califico la belleza, física, de esa mujer. La expresión se me quedo grabada. Sentí que era cierto, esa era una forma correcta de definir una belleza como la suya. Pero no fui capaz de comprender que hacía de esa belleza que nos resultara casi insultante. Y, pese a todo lo sentí; su belleza casi me insultaba. No me lo podía negar.

Es ahora cuando comienzo a comprender.

Por supuesto, nada hay en esa belleza ni en ninguna otra que pueda resultarnos insultante o casi. Pero en nosotros sí puede haber una vanidad herida, que se sienta insultada. Un ego enfermo de afán desmedido de grandeza.

En los últimos tiempos vengo asistiendo a ese espectáculo.

Todos conocemos el cuento. Una vez más la madrastra de Blancanieves no es capaz de perdonar la belleza ajena cuando le hace sombra y le dice "tú no eres la más bella";entonces algo se le desgarra por dentro. Y, claro, solo queda una solución.

En realidad hay otra, por supuesto. Arrancarse de una vez por todas esa estúpida vanidad y deshacer ese prejuicio imbécil de que a más belleza más vales. Pero esesa, claro, una tarea doble y nada grata. Es mucho más fácil la primera, aunque sea falsa.

Confieso y no me avergüenza, pues no aspiro a que os creáis que no soy humano, que también yo, como cualquiera, tengo vanidad. Más grande que la de otros, bien seguro y pese a ello, también, más pequeña que la de otros muchos. Y, yo siento que esa belleza casi me insulta. De niño no entendía a la madrastra de Blancanieves; pero ahora ya se me han abierto los ojos. Lo que a la buena mujer le sucedió es que, ella, al contrario que su hijastra y pese a  que el cuento no existiría sin ella, ni paso a la historia con nombre propio. ¿Alguien sabe cómo se llamaba?

Nadie. Ni ella lo supo nunca.

Por eso comienzo a comprender que Sofía Mazagatos tenga algo que a muchos les hace desear afear. Y,no  me sorprendería, nada, que alguna vecina suya le prohiba al novio saludarla, al cruzarsela; que la novia de algún "medio amigo" le prohiba hablar con ella si no es para solo saludarla; que la novia de algún amigo le prohiba tomarse un café con ella, salvo si es para decirle que tiene prisa y que en realidad ya se va. Tampoco me dejaría boca abierto que algún novio le llamara amor a eso y la dejara de saludar, le dejara de hablar o simplemente ya no supiera tomar un café con ella y charlar de todo lo que hablan los amigos. La verdad es que Sofía Mazagatos me da pena y es que vive desnuda frente a la vanidad ajena. Y, eso seguro que debe doler.

Confió que nadie espere que me apetezca sentarme a tomar un café con su madrastra. Ni con la suya, ni con ninguna. Pero si lo hay, lo siento, yo no sé ser diferente a lo que soy; ni lo sé, ni quiero.


24 julio 2010

Tú y yo

Tú y yo no volveremos a nacer. El tiempo que tenemos es todo el que nos queda y se va perder entre distancias, que el miedo ha vuelto reales; nuestros pasos no caminaran juntos y el primero de nosotros dos que muera ni sabrá si el otro aun vive. No te veré envejecer. Ni volveré a tener tu mano entre las mías, ni a dejar que se me escape cuando,  aterrorizado al ver que no la apartas, te la suelte yo; todo con tal de que no se quede allí, sin apartarse pero sin entregarse, cual mano que no quisiera consentir lo que pese a todo, quizá por no ofender, consiente. Seguirá prendida en mis recuerdos, tal cual la vi la última vez que me la mostraste; allí en las manos de otro.

Tú y yo no volveremos a nacer y nuestros días terminaran; seremos ya para siempre polvo en el polvo y pronto ni recuerdo, fugaz, entre los vivos. Ya nada recordara que una vez respiramos y anhelamos, lloramos y reímos. Todo dolor habido sera ya nada y toda alegría también; ya no podremos herirnos. Mido mis días viendo acercarse ese día; quizá lento y siempre ineludible. Sé que avanza y le veo llegar.

Tú y yo no volveremos a nacer y llegara el final de mis horas y entonces mis ojos ya no volverán a cerrarse para soñar que podre acercar mis labios a tus oídos y susurrarte quedo las mil cosas que jamás hubo ocasión de decirte. Ni lo que duele que no la hubiera.

Tú y yo no volveremos a nacer.

Y, quisiera tener entre mis manos aquel clavel de papel y las tuyas libres; para poder regalártelo, aunque me lo rechazaras. Y, aunque se me reviente pecho y alma de tanto querer y no poder, sé que no puedo. Y, es que aunque tú y yo no volveremos a nacer, mis ojos  han visto ya que no hay en tus manos sitio para un clavel de papel que ya solo yo recuerdo.

21 julio 2010

Sin mis palabras

Carta a una amiga

Una vez te dije "te admiro". Creo que no te lo esperabas.

Y, no es fácil que yo admire a alguien, en la vida creo que solo me ha pasado una vez. ¿Comprendes?

Por eso solo te lo he dicho a ti, no he tenido a nadie más.

Ahora te conozco mejor que entonces. Sé que clase de vida llevas, el como la llevas y que la hace de ese modo. Conozco defectos tuyos mejor que antes, un día si quieres podemos hablar de ellos. Pero nada ha cambiado, solo que sé más.

Y, no sé como decirte esto; pero espero que no te lo tomes a mal...

El amor no se mendiga. Se tiene o no, pero eso es todo. No se compra, no se vende. Uno a veces se lo encuentra, pero otras no y eso es de nuevo todo. Se le vive o se le da la espalda, se le acepta o no; Y, otra vez, de nuevo, eso es todo.

Todos queremos ser amados y casi todos tememos amar. Que alguien nos de su vida, que alguien nos la quite. El amor es una cosa rara de verdad. Rara por extraña, pues parece ir contra el instinto de supervivencia eso de que alguien, su bien y el bien que nos pueda hacer, nos sea más importante que nuestra propia vida. Pero rara, digo, también por infrecuente; lo primero que necesitamos para poder amar es tener coraje, una montaña de coraje, todo el Himalaya y más. Pero a tí coraje te sobra, lo sé, por eso te es tan fácil amar.

Y, tienes una necesidad muy grande de ser amada. Esa necesidad que tienen los que jamás han saboreado ser amados. Y, tanta pero tanta es que, se agarran al primer clavo ardiendo que les viene a la mano; todo con tal de no seguir viéndose atrapados en caída libre, en un abismo sin fondo, ni forma; que por no tener ni paredes tiene, comienzo ni fin.

Comprendo pues lo que ha pasado, si a eso le añadimos esa predisposición tuya a tirarte en paracaídas sin parar a mirar antes si lo llevas o no puesto. Todo en la existencia tiene sus causas y sus consecuencias; y, con demasiada frecuencia, para tomar una decisión solo miras las causas de lo que esta sucediendo y no sus consecuencias. No sé que te hace creer que eso es una virtud; de hecho eres la única persona que conozco que considera ese comportamiento virtuoso y una ventaja en la vida. Creo que confundes eso con coraje, pero no estoy seguro. El coraje es una forma de valentía y no es valiente aquel que por estar ciego camina directo a un abismo; ese solo es eso, un ciego. Y, ya sabes lo que dice el refrán, no hay peor ciego que aquel que no quiere ver o, como en este caso, no le parece que valga la pena pararse a mirar. Muy echada me eres "pa lante" mi niña. Tanto que olvidas fijarte que suelo pisas. Y, no me sorprende que vivas como vives y es que la mitad de nuestro destino lo escribe el mundo y la otra mitad nosotros mismos. O, mucho mejor dicho, acontece y sucede que ambos, mundo y nosotros, movemos a la vez la pluma con la que se escribe nuestro destino. Por eso, no vale la pena culpar al mundo de nuestra suerte; es mucho mejor tratar de comprenderle. Aprender a vivir en el mundo, es un arte alimentado de paciencia. Y, perdoname, pero temo que aun no has aprendido a vivir en el mundo en que nacimos.

¿Recuerdas?...

Decías que nos complementabamos bien. Formabamos buen equipo, cada uno aportando lo mejor que tenía; sensatez y coraje. Pero en la vida ordinaria yo no te puedo aportar sensatez, amiga, pues te tengo demasiado lejos. Necesito pues que me hagas un favor.

¿Queras?

Necesito que cada vez que recuerdes los momentos que pasamos juntos, la forma en la que nos conocimos, cada vez que me recuerdes y recuerdes mi nombre verdadero y te venga a la boca mi nombre falso, que cada una de esas veces en las que recuerdes que existo y los momentos que pasamos juntos y el equipo que formamos durante esos ...

Yo necesito que recuerdes lo que yo era, lo que soy, cuando formamos ese equipo. Estrategia, sensatez, serenidad. Perspectiva. Eso, lo que era, lo que soy; lo que necesitas. Ahora yo ya no estoy, no podemos formar equipo; las batallas y las guerras que vas luchar las libraras conmigo lejos, ya no te puedo cubrir las espaldas ni paliar un exceso de impetuosidad. Salvo si me recuerdas como lo que soy y era.

Recuerdame como necesito ser recordado, entonces sí que podre aun combatir a tu lado. Ayudarte.

Pero esa serenidad, esa toma de perspectiva global de lo que acontece para poder decidir, esa sensatez ya solo te la puedo prestar en el recuerdo. En el día a día que nos ha tocado vivir, ahora, la tendrás que poner por tí misma. Eso es lo que de verdad necesitas ahora.

¿Me comprendes? Necesito que lo hagas y lo apliques.

Ayudame en esto, por favor.

15 julio 2010

A veces...

La gente ocurre que duele. Y, llevo una racha, en eso, que mejor no lo cuento.

Duele cuando necesitan ayuda y no tienes forma de prestársela.

Duele cuando la ayuda prestada era la equivocada y da igual lo que te costo prestársela. Simplemente no les sirve.

Duele cuando si les sirve, pero no la quieren y termina esa ayuda en el estercolero y hasta se ofenden por que osas equivocarte; cuando quizás sean ellos los equivocados.

Duele cuando la ayuda prestada, sin previo aviso, van y la usan contra alguien que la necesita aun más y que estimas también más.

Duele cuando luego te odian pues tu mera existencia, una vez prestada la ayuda, les recuerda que la necesitarón y su vanidad requiere venganza.

Duele cuando sienten que eres un tonto pero útil, pues saben que solo un tonto les ayudaría de ese modo y te desprecian por ello. En secreto, por supuesto, no fuera ser que te enteres y ofendas dejando entonces de ser útil.

Duele cuando la ayuda prestada es amarga de dar y aún más de recibir.

Duele cuando la ayuda que tanto cuesta prestar es al final usada para necesitar aun más ayuda.

Duele cuando el que te ha tomado por tonto va y entre risas se lo cuenta a otro y ese otro, aguantando la risa, viene corriendo a junta tuya en busca de su propia tajada; pues entonces sabes que no solo eres un tonto para aquel al que ayudaste sino que eres un tonto para el mundo.

Duele cuando has ayudado tanto que ya no puedes ayudar más. Y, aun más duele cuando entonces te lo reprochan.

Duele cuando ves que necesita ayuda pero quiere veneno y te odia por no dárselo, mientras escupe lo que le ofreces.

Duele cuando no acepta que decir la verdad es la mejor ayuda y la primera que debe llegar.

Duele cuando tras mil años anidándole sigue esperando que saques el puñal y a traición, por la espalda, le apuñales y si no tienes puñal es lo mismo que no por ello dejan sus ojos de vertelo.

Duele cuando...

Cuando pasan las mil cosas que suelen pasar y contra las que no hay nada que hacer.

Por todo ello la gente duele. Y, hoy, me esta doliendo mucha gente. Demasiada y tentado ando de encerrarme en el más profundo solipsismo; pues al fin y al cabo, también yo soy persona.

11 julio 2010

El verdugo

Cuentan que hubo una vez un verdugo.

Era el verdugo de una de esas reinas que amaba matar al mensajero, cuando este, por su oficio, osaba traer malas noticias a la corte de la reina.

El verdugo era un buen hombre que no amaba su oficio, pero amaba a su reina. Y, por amor fue sembrando la vida de cadáveres de desdichados inocentes.

Y, luego lo contaba en las tabernas. "Mirad que amor más grande el mio, que no me tiembla la mano al matar la inocencia; pues amor, es lo que me mueve y nada me digáis que ya solo al amor  sé escuchar"

En fin, sin comentarios. Pero lo que necesitaba esa reina no era más victimas. Y, ni uno solo de esos crímenes la ayudo jamás en nada.

Menos mal, eso sí, que ese no fue el verdugo del cuento de Blancanieves u otro bien distinto habría sido  el cuento.

03 julio 2010

Un Popeye el marino soy, no lo niego



Más un Popeye sin barco ni espinacas.

El cielo que tengo sobre mi cabeza es un cielo que me aplasta y para nada naranjo sino negro.

El mar que navego no es azul, más tampoco naranjo; que es un mar negro y para nada calmo sino todo enfebrecido. Sediento de náufragos y almas pérdidas.

El sol hacía el que navego ni es grande, ni amistoso, ni calienta. Es un sol que me huye y que cuanto más voy yo y me lo quiero acercar más va él y se me escapa.

El horizonte, ese, el que vislumbro...

No es horizonte que es abismo sin fondo ni luz.

Y, aún así navego. ¡Qué remedio!


 
(Hoy me apetecía subir algo con una doble lectura. La que importa es que he recuperado la conexión a Internet y, por lo tanto, navego)