24 junio 2011

La carta de una desconocida, Bambi y Cyrano de Bergerac

Hace ya unos días, en realidad unas semanas, me encontré en el blog de Layla con una reseña de una obra de Stefan Zweig. Carta de una desconocida, se llama el librito.

Tanto el autor como la obra me eran desconocidos, pero por lo que leí a Layla lo primero que pensé fue un "lo tengo que leer". A lo cual sobrevino un repentino "¡¡¡ Quieto y parao, loco, que no sabes donde te metes!!!" y desde luego no lo pienso leer. Tengo mis razones y es que mujeres como la de de esa historia no existen, son solo fantasía que vive y respira en los sueños de los hombres; pero no hay mujeres que amen de esa forma. Por mucho que los hombres las soñemos. No me deseo ningún mal innecesario y como en alguna parte ya dejo dicho el propio Stefan Zweig "el amor es como el vino, y como el vino también, a unos reconforta y a otros destroza" y solo me faltaría a estas alturas de mi vida leer las cartas póstumas, y ficticias, de una mujer que me despertara tierna devoción y pese a saber que no es más que un personaje literario, declarando su amor a vete tu saber quién pero en todo caso a un quién que no soy yo; Al igual que hay quien en el cine llora viendo la muerte de la madre de Bambi me podría ocurrir no ya llorar con las cartas de esa desconocida, peor, podría suceder que terminara enamorado de ella; lo que a todas luces no es para nada deseable. Puede parecer que exagero, lo comprendo pero yo me entiendo.

Dicho lo anterior, prosigo contando que...

 Pensando y requetepensando la cosa y el asunto comprendí, o me pareció, comprender que si tal libro existía se debía por entero a que su autor es masculino, pues aunque lo intente, que sí que lo intente, no encontré modo, de imaginar una mujer creando una historia como esa, salvo invirtiendo para ello los protagonistas; con lo que el libro pasaría a llamarse Carta de un deconocido que ya no desconocida. Y, tras ello me quede tranquilo, dando ya el asunto por zanjado y las ganas de hacerle a Layla un comentario acalladas por no parecerme cortes decirle allí lo que de todo aquello pensaba.

Andaba yo ya  de lo más tranquilo con el asunto cuando me dio, aprovechando la cena, por encender un rato la televisión y todo ello con tan mal o buena fortuna que mira por donde emitían la película culpable de mi única carta de amor jamás escrita...

Cyrano de Bergerac  , se llama la película, basada en una obra de teatro del mismo nombre que se inspira en la vida de un escritor del siglo XVII

En ella se nos cuenta la historia de un hombre por amor obligado a ayudar a que la mujer que ama se quede con otro. Así vive y así muere. Pero esta historia que es una forma diferente de contar la misma historia de la novela de Stefan Zweig tiene con ella una diferencia fundamental. Aquí el que ama es un hombre y no una mujer, aquí la persona amada es una mujer y no un hombre. Y, la obra de teatro en la que se basa la película fue escrita por un hombre...

Curioso, cuando menos parece que me equivoque. Si, Cyrano lo pudo escribir un hombre entonces la carta de una desconocida también la pudo escribir una mujer. Debo pensar que sí.

En fin, quizá la respuesta sea sencilla, quizá simplemente quizá.

Quizá si existen seres capaces de amar de ese modo que la mayoría solo somos capaces de imaginar cuando soñamos que otros nos amen a nosotros de esa forma, pero sin que nosotros sepamos amar de ese modo. Pues me consta de que algún Cyrano nació y realmente respiro el aire que todos compartimos, de ello puedo dar fe, por ello, debo decir también que seguro, en alguna parte, a la que yo seguramente jamás llegare, hay una, dos o más desconocidas escribiendo ahora una carta que otros soñamos y jamás conoceremos.

En fin, mientras algunos quedamos condenados a leer y releer una y otra vez, hasta el fin de nuestros días, El amor de Erika Ewald, también escrito por Stefan Zweig, siempre nos podremos consolar viendo la película del bueno de Cyrano, de la que ahora os dejo un trayler, y por supuesto leyendo esa carta de una desconocida a un hombre que nadie salvo ella sabe quién es. Y, es que mal que me pese y pese a todo, seguro que la termino leyendo.