Siendo Adnan joven trabajaba de medico en su tierra natal, pero aquella no era entonces, ni es ahora, una tierra de paz. Por fortuna lo avisaron que o se largaba o lo enterraban, cosa de agradecer, por cierto, pues no siempre es costumbre avisar a tiempo de tales pormenores.
Adnan abandono su tierra y encontró refugio en España. De eso hace ya cuarenta años, que se dice pronto.
Nosotros le conocíamos solo de vista, era el anciano ese que con pinta de duendecillo, llegaba al pueblo durante el verano y vendía sentado ante San Martín, a la puerta del juzgado, sus pulseras de cuero. Era eso y solo eso hasta que también él comenzó a frecuentar el Babilonia, esa cafetería en la que de un modo u otro, tarde o temprano, todos recalamos. Allí, no en la calle, bajo ese techo, le conocimos.
¡Adnan es también un babilonio, uno de nosotros!
Pero, se nos va.
Es costumbre entre los babilónicos crear un blog cuando un amigo se va. O lo era hasta que comenzaron a apreciarse las ventajas de Facebook.
No le vamos sin embargo pedir a Adnan que cree un blog para nosotros... La tradición esta muriendo.
Pero queremos Adnan, que cuando te halles por fin en tu tierra, con tu gente, con tu familia, a sabiendas de que probablemente no volveremos a vernos... sepas también, que aquí, entre nosotros sigue habiendo un sitio para ti. Que también aquí tienes a tu gente.
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