La he vuelto a ver, después de ya no sé cuantos años; no demasiados. Fue en el trabajo; hoy.
La recuerdo; ella con unos 15 años, medio abrazada a un joven de su edad; pase a su lado, escuche sus palabras; solo unas frases que se intercambiaron pero por ellas y por la forma en que las pronunciaron y sin conocerles de nada más supe que ya nada los separaría.
Años después se casaron, me consta que han tenido al menos una hija.
He trabajado en alguna ocasión con ella y nada le dije que la recordaba de 20 años atrás o más; de un puñado de palabras escuchadas por azar. Seguro que ellos dos las habrán olvidado; seguro no, solo quizá.
¡Quizá!
A veces, muy de tarde en tarde, me descubro pensando en ellos.
En como sabían ponerselo fácil el uno al otro.
En ese poner fácil radicaba todo su secreto.
No había pasión. Lo que había era entendimiento, colaboración, mutua presteza a escuchar al otro y dejarse escuchar por el otro. Correr en auxilio del otro, si auxilio se necesitara.
Eso eran ellos, aquella noche, medio abrazados, entre sus palabras.
Hoy me ha quedado la zozobra de ver su rostro desasosegado yo no sé por que inquietud. Fue solo un instante en el que me la cruce, otro el que me llevo reconocer en ella a la mujer que es. Y, otro más el que me llevo perderla de vista, en aquel pasillo que nos cruzo y tras cruzarnos nos alejo.
No es la suya una familia que me sea indiferente. Dos que saben amarse se merecen poder sonreír sin sombras. Espero que aquella sombra que habitaba su rostro en ese pasillo sea sombra fugaz, quizá solo el agobio natural de estar trabajando y a veces encontrarse saturado. Pero había algo en su triste mirada...
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