18 octubre 2012

El Capitán Trueno es siempre extranjero


Para muchos el Capitán Trueno solo sera un personaje de tebeo sin más. Para mi infancia fue otra cosa. La esperanza de que existiera un lugar libre de la locura que imperaba en el mundo en el que nací.

Yo, como él, quería ser extranjero, en todos los comics que leí suyos una y otra vez le llamaban así, extranjero. Me pregunte en que parte del mundo estaría ese país, Lo busque en los mapas, pero debía ser un país muy pero que muy pequeño ya que nunca lo encontré en los mapas.

Un día comprendí que ser extranjero solo dice que en ese momento no te encuentras pisando la tierra de tu país si no otra. Qué cualquiera por lo tanto lo puede ser, en un momento dado y para nada en el siguiente.

Comprendí eso y entonces, por fin, deje de buscar en los mapas un lugar civilizado que habitar.

Desde que había ocurrido aquello yo me había limitado a esconderme y esperar mi momento. Esconderme para que la locura que me rodeaba no se sintiera agredida por el mero hecho de haber sido desenmascarada y es que si, claro que sí, yo a aquellas alturas de mi vida estaba firmemente convencido de que la generalidad de la gente entre la que vivía, de momento atrapado, era gente que no estaba para nada en sus cabales. Mi infancia, esa infancia al menos, fue la de un niño que vive seguro de estar perdido en un manicomio dirigido por los propios locos. Tenia miedo a diario, miedo a todas horas, a cada momento y sobre todo miedo a que descubrieran lo que opinaba de ellos y de lo que ellos hacían y de lo que ellos me decían. Y, es que es bien sabido y ademas notorio que  a los locos les ofende que se les vea como tales y que ante ello tienden a  volverse violentos y en mi infancia de haber dicho lo que opinaba de la gente me lo habrían "curado" a tortazo limpio. Mejor callar y aprendí a callar, mentir, disimular, fingir, engañar...

Mientras seguía buscando una vía de escape para todo aquello.

El Capitan Trueno jugo su papel en todo ello, dando una esperanza de encontrar un lugar donde la locura no fuera ley. Fue amargo, doloroso, descubrir que ese lugar no existe sobre la faz de la Tierra.

Estaba atrapado en el mundo de María Soliña, Tres o cuatro siglos después de su nacimiento y muerte, pero sin que los que lo habitaban hubieran cambiado gran cosa, si es que habían cambiado algo y es que aun ahora en pleno siglo XXI seguimos siendo los mismos que hace trescientos años quemábamos ancianas por que el miedo nos hacía verlas como brujas y alguien sacaba provecho de ello. Somos la misma gente, solo el barniz de civilizados ha cambiado un poco, mejorado algo, pero si arañamos bajo ese barniz lo que encontramos es la misma gente de entonces, capaz de cometer y consentir una injusticia y a la vez recordarla e inmortalizarla en la cultura popular como un crimen cometido contra una inocente.

Cierto que a ella no la quemaron viva; la encarcelaron, la torturaron, la robaron y condenaron al hambre. Pero....

Maldad dirán algunos, locura digo yo.



Ese es el mundo en el que me descubrí atrapado, la humanidad en la que nací y de la que formo parte.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, somos la misma gente de siempre. Y yo también estoy convencido de que el mal es locura. El infierno son los demás, pero cada que lo pienso, no dejo de pensar tampoco que el Cielo también. Por lo demás, con el tiempo he ido dándome cuenta de que con relativa frecuencia, puede ser que no siempre, cuando odiamos a alguien, lo que en realidad odiamos es algo que está dentro de nosotros y que vemos en su imagen, por eso nos molesta tanto. Así que, dándome cuenta de que yo no soy esencialmente diferente del mundo, con sus luces y sus sombras, con lo bueno y malo que hay en él, procuro calmarme.

Manuel dijo...

No, que va, el infierno no son los demás. Para nada. El infierno lo es la estupidez humana, tanto la propia como la ajena. Siendo la ajena mucho más fácil de ver que la propia pero cuando la ajena coincide con la propia nos resulta practicamente imposible desenmascararla y entonces la estupidez nos devora y convierte nuestra vida en un infierno y a la propia sociedad en un infierno para otros seres humanos o para nosotros mismos.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo en decir que en el mundo hay estupidez, y que esa estupidez hace el infierno sobre la tierra, sin duda, pero nunca lo estaré en afirmar que el mundo es estúpido (no digo que tú lo hagas). De lo primero a lo segundo hay un auténtico abismo que de no andarnos con cuidado puede pasarnos dramáticamente desapercibido, lo que pudiera ser, tal vez, una de las peores formas de estupidez. Ni un jardín del Edén ni un valle de lágrimas, el mundo es sólo eso que continuamente necesita de nuestra adhesión para no venirse abajo.